En la Cumbre…
Máxime de la extrañeza somos. Nos gusta salir en la foto de los más fotografiados. Conocer y ser amigos de los más amigados. La gente disfruta porque dicen que le han dicho que él dice cosas tan bien dichas, o mejor aún decía. Éstos son los seres que nos gustan encumbrar, pues claro si decimos algo que no sea de su agrado nunca podrán revolverse y decir aquello o lo otro incorrecto para las mentes bien pensantes.
Lecturas de aquel muerto honorífico, benditas sus palabras, homenajes del que falleció ayer, qué bueno era.
Me encantaba su obra. Otro sarcástico te reprochará, la de su casa…jejeje.

Somos extraños cuando elogiamos e idolatramos a quien no puede defenderse.

Cuando las gentes son extrañas la lluvia oscurece su cara, pues no interesa verla, conocerla. Son rostros de posible claridad meridiana. En cambio nadie quiere mirarlos, pues pueden ver en ellos la verdad de su mentira. El reflejo portador de su vacuidad de vida. Entregados por las circunstancias sociales, qué bonitas palabras correctamente politizadas para idiotizar a los pocos que a veces dejan sus pensamientos cabalgar al viento de las disuasiones creadas por entes perturbadoras.

Rechazamos los rezos de los aborregados por entes ya establecidos y después cantamos al aura como corderos, baladas de adocenamiento programadas por un clérigo frustrado en su consecución de las metas establecidas por otros condicionantes.
Seremos seres extraños, porque es parte de nuestro ser. Es difícil no ser extraño si no te dejas encauzar hacia el redil programado.
Qué bella es la extrañeza…lo siento soy extraño. No nadaré hacia la cumbre, lo siento soy extraño…