miércoles, 31 de marzo de 2010

Un Descanso.Elucubrante.


Un Descanso.Elucubrante.

He parado para descansar. Me he sentado bajo un árbol que las raíces le sobresalen más de dos palmos del suelo. Muy alto, frondoso y un tronco tan grueso como para entrelazar las manos de más de cinco hombres. Complicada tarea, dado como está el cotarro en esta época. Cada día cuesta más juntar a varias personas en un mismo fin. Claro la mente rápida, ya replicó eso no es así. Sí, me refiero a juntarlas de una forma altruista real. De una forma desinteresada real. No vale eso de: pues yo no cobro nada, pues mi nombre no va en ningún sitio puesto. Bien pues a eso se le llama querer figurar, aunque no sea en la parte importante del contrato. Pero queremos ir aunque sea en la letra pequeña.

Pero y si dijéramos, vamos a juntarnos cinco o seis para simplemente entrelazar nuestras manos. Rodear este único testigo de nuestra hazaña. Este pedazo de centenario árbol, un ficus. Cuyas raíces externas nos muestra su paciencia, su saber observar, su ver pasar agresores hacia el patio del silencio. Si lo intentas sentir, como yo hago aquí, beneficiándome de su espléndida sombra, casi le oyes vivir. Si dejas tu mente flirtear, para que fluya la brisa, se te abren los poros y respiras por todo el cuerpo.
Además esto me ocurre en una época donde esta magnífica ciudad desprende el olor del azahar, tan fresco y tan penetrante, que resulta inverosímil que no fuera aquí donde el Gustavo se paraba a meditar. Hasta después de llevarme un rato escuchando el latir de las entrañas de este centenario testigo, de los dires y diretes, empiezo a pensar si fue mi mente quien propuso el juntar a varios altruistas para hacer el corro de recogimiento o fue en realidad un susurro del solitario ficus que pedía un abrazo sin más.
 Intento lograr que paseantes se me arrimen y les propongo la idea. Como si de una sugerencia del árbol fuera. Extrañados me miran, cara de loco no tiene, dicen. Pero tampoco debe estar muy cuerdo cuando con los árboles habla, reponen. Yo les sigo con la descripción de la idea. Simplemente nos juntamos ocho o nueve, caminantes tocados por el romanticismo del color especial de esta ciudad, que ya venían predispuestos a realizar cosas extrañas. No me digan que no es una ésta. Finalmente se nos unió algún autóctono, cordiales donde los haya.

La foto que no la hubo, pues era una de las condiciones, sólo puede quedar en el recuerdo de nuestras retinas. Nos entrelazamos las manos, me dio por decir cerrad los ojos, ahora que estamos todos unidos por nuestras manos y acerquémonos al árbol hasta tocarlo. No sé si alguien escuchó más. Pero entre risas y susurros, escuché una voz que recitaba:

Como en un libro abierto leo de tus pupilas en el fondo. ¿A qué fingir el labio risas que se desmienten con los ojos? ¡Llora! No te avergüences de confesar que me quisiste un poco. ¡Llora! Nadie nos mira. Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.

No sé quien de todos nosotros, dijo, gracias Gustavo.
 Y rompimos en aplauso. Mi nombre es Bluesman, el Caminante. Sólo estaba de paso con mi fiel compañera, gracias a todos. Al unísono escuché, gracias a ti, caminante. Me sentí entre las aguas de la vida y la realidad.








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con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.

martes, 30 de marzo de 2010

El Antídoto.

El Antídoto.

Todos me miráis con la envidia de que tengo todo lo que necesito. Es cierto, me podéis envidiar. Pero es muy fácil estar como yo. La pregunta es, estaríais dispuestos a estar como yo. Es la gran respuesta la que posee el antídoto para lo que os pasa.

Es fácil ver en el otro sus triunfos, mirar con envidia, sana o de la otra, más de ésta seguro. Nunca os preguntáis por qué, cómo, sino que miráis la felicidad del envidiado.

Es que ha encontrado a su media naranja, es que realiza todo lo que quiere, es que, es que…

Miraos dentro, pero objetivamente. Qué de verdad deseáis, qué estáis dispuesto a dar por tener. Hasta donde dais importancia a cosas que en verdad igual no la tienen, ni para vosotros mismos. Cuando dejáis que la mente haga su trabajo, piense, recapacite. Recopile lo hecho y lo deseado. Entonces muchas cosas las cambiaríais. Pues ahí está el antídoto, en cambiar las cosas que de verdad valoráis. No la que otros os venden y os dejáis llevar por los vendedores de humos. Por ese embaucador de mentes ligeras, aprisionadas en una carrera sin retorno.
La voluntad del eterno retorno, siempre esa idea rondando por nuestros alrededores. Aquí no se retorna. Si sacrificamos algo por otra persona, que lo hagamos porque queremos. Quien hace algo porque quiere no reprocha, ni siquiera recuerda que así fue, porque en realidad no hubo tal sacrificio, si no se observa desde otra perspectiva. Las cosas como nuestro maravilloso Campoamor nos decía, no son ni verdad ni mentira, sino que depende del color del cristal con que se mira.

Sé que es complicado aceptarlo en el momento triste, en la depresión del valle. Pero justo al lado de un valle hay una cima. Simplemente hay que subirla. Y teniendo ganas no parecerá tan inclinada. Cuando la visión es desde lo alto de la montaña, la perspectiva es totalmente diferente, todo se comprende. La diferencia está en disfrutar tanto en las concavidades como en las crestas.
Mirar con ojos radiantes el sol que nos calienta, olvidémonos de esa brisa quejumbrosa que aparece, para hacer su cometido, gemir. Disfrutad de los buenos momentos del pasado, no lloréis por lo perdido. Si es recuperable, recuperadlo y si no, pues la vida sigue. Siempre tendré un blues, para ti. Siempre podré decir lo siento. La vida es bella. Y no lo digo yo. Lo dice mi estrella. Suerte y a poner en práctica el antídoto.








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con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.

domingo, 28 de marzo de 2010

Imagen de un Momento

Imagen de un Momento.

Inmortalizados, en esa instantánea. Nos la tomó un beduino con una cámara de esas de plástico, de esas de usar y tirar. Nos reíamos cuando nos sacaba la foto. Bromeábamos sobre si serían para nada, si saldrían bien. Y las cosas, le tenemos más apego a esa foto poco clara, que a otras tantas sacadas. Será el momento que eternizó, grabó en un pobre papel, con una cámara de plástico, un momento de los más felices de nuestras vidas. Nuestro primer encuentro. En un desierto. Mira que hay sitios, mira que hay gente, mira que podríamos habernos encontrado en la cola del cine, de una librería, en un encontronazo de esos de película en la salida de la biblioteca, ay perdona no te vi, te ayudo a recoger esos libros desparramados.
Pero teníamos que ser más originales, tenía que ser donde menos de todo había, excepto una cosa, cantidades inmensas de arena.
Tomamos la decisión de juntar nuestras vidas hasta que el reloj, creado con aquella arena, dejara caer su último grano. Fue una buena idea, de momento hay arena para dar y regalar.
 No sé si habrá vida bastante, pero mientras sea juntos, échale arena al reloj. Que los aderezos se lo ponemos nosotros.

Los sueños se logran juntar en lugares inesperados. Buscamos nuestra alma gemela durante nuestra vida y algunos tenemos suerte, la encontramos.

Si alguna vez disfrutas de la verdad, la comprensión, la sensibilidad de la persona querida; comprendes la grandeza de la vida. No por ello tiene que ser una vida de color de rosa, pero te da fuerzas para solventar las oscuridades. Todos los días tienen sus noches. Nos sirve para comprender el valor de la luminosidad. Todas las guerras tienen una paz, para enseñarnos a ver el tiempo perdido y el dolor granjeado. Todos los fríos tienen un contrapunto cálido.

Esos momentos capturados por el objetivo. Forjados en un material precario, nos muestra su fragilidad, nos conmina a poner todos nuestros esfuerzos en proteger lo más querido. Por ello cuando veas a un hombre cercano a su punto de flotación, no te acerques más que para ayudarle. Si pretendes terminar de hundirle. ¡Cuidado!, en su final te arrastrará al fondo del abismo. Y todo quedará grabado en la retina sensible de lo que más quieres.









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José L. Martínez REBOTE.

sábado, 27 de marzo de 2010

El Ángel Caído.

El Ángel Caído.

Chico blanco, de familia humilde, neuronas para llenar más de una testa. Una ilusión en cualquier empresa que se pusiera a plasmar. Era la gran esperanza. Viento en popa. Todo marcha. Apoyos, por todos sitios. Grandes ideas, grandes carteles con su foto de protagonista.

La vida en cambio es como una luz, se enciende y se apaga con un click, un interruptor, corta el fluido. La luz deja de brillar. Comienza el calvario. Dios te ha abandonado, no pidas ayuda ahora. No le pidas clemencia, comiste de la fruta prohibida. Eres expulsado por la espada de fuego. Eres repudiado, aquí no.

Algunos juegan a ser dios, y son simplemente mortales, a los que les faltan agallas para respirar el aire que le rodea. Venden su apreciación de la amistad, y no son libres ni para respirar. Viven en un acuario artificial, alimentado por la diosa sirena, que le reporta el alimento, el oxígeno de su espacio vital. Pobre rey Poseidón ficticio, que se dejó atrapar. Ni siquiera para dejar constancia de su verdadero credo. Ni por detrás es capaz de expresar lo que siente, miedo le tiene a los tentáculos de la nereida de su mar. No se le debe culpar, y no lo hago, es una pobre víctima más.

Consecuente con sus pensamientos, el ángel caído, como no erró pues nada que decir tiene. Sobrellevará las embestidas del oleaje perpetrado por la furia impotente de un Poseidón postizo, que llegó a reinar en un mar sucio, corrupto y lleno de maldades, engañando a todos los habitantes de dicho charco. Se rodeó de escualos y a base de miedo y manipulación de las corrientes marinas quiere conseguir la posteridad.
Sin saber que las fuerzas marinas son más antiguas que todos los poseidones existentes en la historia del mar.
Y que después de ser un simple nemo, y transformarse en el dios de las aguas, olvidó su promesa. El poder del anillo le pudo, lo corrompió, perdió su bello color y dejó de ser un payaso, para convertirse en la bestia más odiosa y odiada de las profundidades, excepto claro de sus seguidores escualos, que esperarán para comerse sus restos cuando le vean pasar, en suntuosa pompa.
 Que lo disfrutes, efímero Poseidón, bueno hiciste a tu predecesor, que tanto criticabas en las formas de llevar el anillo. Por agua llegaste como las aguas te diluirás cuando caliente el sol.








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José L. Martínez REBOTE.

viernes, 26 de marzo de 2010

Ajustes de Cuentas.

Ajustes de Cuentas.

Día de cuadrar cuentas. Llega la primavera, se huele al pasar, a olores típicos de estas fechas, a hornazos recién hechos. Dulce típico a base de masa de harina, azúcar, huevo y el centro principal, almendras o cabello de ángel, rara vez ya, coco. En estos lares por donde me ando no faltará la casa que en estos días esté presente su hornazo. El sol va subiendo y con él el termómetro, artilugio que parece tiene corazón de sol, pues crece cuando se acerca y muere cuando él se va.

Pero es una época aciaga para unos, aunque otros están con los lóbulos de las orejas húmedos, desde hace unos días, pensando a dónde van a ir a soltar sus próximos suspiros. Los peores que lo pasan, los chicos con padres más severos, a cada KT un responso, como dirían ellos. Los padres dirán, es que no hace más que contar moscas, y si lo hiciera en biología sólo, pues hasta podía subir nota.

El insti, hoy es puro contraste de caras largas, lágrimas y sonrisas con orejas mojadas. También, cómo no, estarán los que pasan por allí sin dejar señal de sus pisadas. Los medianos. Los ni para arriba ni para abajo, sino todo lo contario.

Estarán los que contarán lo de: es que el maestro me tiene manía, respuesta: y tú a él que le tienes.

Los de yo me harto de estudiar, ya, la moda, sabes cómo se viste todos los alumnos de 3º para arriba, los otros entran en moda infantil, no se tendrá en cuenta en el estudio. Seguro tienes sobrecaliente, en el recreo hormonal. El sobresaliente para los otros.

Mi niño, que listo es mi niño, hay que castigarlo para que deje los libros. Que niño más listo, terminará siendo político. Los más listos, da igual el color.

Pues la mía hay que echarle las letras en la sopa, a ver si así se le queda algo dentro, parece un saco roto, por un sitio entra, por otro sale.

Para emparrar el canasto aparecerá el padre de turno, que para hacer migas con las más lolailos, que van allí a lucirse, para eso tienen niños diez. Como si fuera una feria, hay que tenerlos en el escaparate, por eso del saberse vender, ya sabéis. El padre turnero dirá, aquí lo que hace falta es más mano dura, se ha perdido el respeto. A ese que va allí, con el pendientito le pegaba yo dos hostias, le ponía cara a la pared con guerra y paz en una mano y con la biblia en la otra, verá como si no aprende, echa unos bíceps que después en mi almacén los va a necesitar, para bajar los sacos de cemento, ja,ja. No les gustó el chistecito, es que me lo había preparado toda la noche.
Pero bueno si no tienen sentido del humor. Pues que le den, ahí se quedan que viene el director, voy a ver cómo ha estado mi niño. Qué guapo es mi niño, y que listo, y que alto, y que bien juega al fútbol, un futuro crack, es el único que desfila en la dirección correcta, los demás van al revés, serán palurdos.







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José L. Martínez REBOTE.


jueves, 25 de marzo de 2010

Malas Compañías.(y II)Bis.

Malas Compañías.(y ii)

Dónde vas. Voy a casa de Angélica. Pero después de como te ha puesto. No después, sino por eso. Quieres que vaya contigo. No, es asunto mío, ya soy mayorcita.

Así es como me encaminé hacia la casa de mi agresora. Pensando, temblando, cobraré de nuevo. Nada más imaginarlo, me dolía todos los huesos. Es fuerte, masculina, pero es también inteligente. Por qué le estaría zumbando a la pija esa, pues en verdad casi seguro se lo merecía. Pero no soporto ver un atropello, desde pequeña, y así me va.

Angélica, me sorprendió por el sobrio relato de los hechos acaecidos el día antes con la chica aquella pija. Su madre había fallecido recientemente de sida. Y la pija malnacida esa pago el pato, de tantas veces que me lo han restregado. Se acabó, no aguanto ni un insulto a mi madre, ella ya no se puede defender.

Con sus palabras, en una voz que me resultó melodiosa, me hipnotizó. Rompió mi corazón cuando me dijo que se iba. No podía sacrificarme por ella, que ahora dolía. Pero ya era experimentada en rasgaduras del corazón y había sobrevivido. Me quería demasiado para dejarme envejecer a su lado.
 Todo eso me dijo el día que se fue. Sí, se ha ido después de provocar la tormenta que hemos logrado. Dejó una nota en la almohada, explicándomelo todo. Que la perdonara pero que del amor no se puede vivir. Y ella es muy poca cosa para mí.

La perfecta, la doña perfecta que me habíais dado todo para pagaros como os he pagado. Y ahora ella se ha ido porque es mejor para mí. Dije a mis padres al llegar a casa.

Me cago en la perfección. La vida perfecta es una mierda.

No quiero vivir, joder.

Tranquilízate, cariño. Tus padres estamos aquí. No nos hemos ido, ni olvidado de ti. No aprobamos lo que hiciste, pues nos cogió también de improviso. Hemos meditado mucho sobre ello. Creemos haber hecho en cada momento lo más correcto. Te hemos guiado lo mejor que hemos sabido. Y pensamos que en cosas del corazón, a pesar de discrepar en ciertas cosas con tu visión, no debemos de meternos más que apoyarte en tus decisiones.

Así, si tienes idea de dónde puede haber ido Angélica, y tienes interés en encontrarla. Manos a la obra y a buscarla, antes que pueda cometer una locura.

Mis padres, lo siento por ustedes pero son los mejores padres del mundo. No sé si llegaré a ser la mitad de cómo son ellos, cuando me toque a mí ser madre, bueno a nosotras ser madre, pues seguimos viviendo juntas pero con consentimiento. Esperamos una niña para después del verano, así será virgo como yo. Fue por inseminación artificial, de unos amigos muy competentes. Angélica está como loca conmigo.








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José L. Martínez REBOTE.


miércoles, 24 de marzo de 2010

Malas Compañías...

Malas Compañías.

Recibía todo lo deseable por una chica de mi edad. Se mataban a trabajar para darme las mejores cosas. Estaban pendientes de mis altibajos. Me apoyaban como deben de hacer unos progenitores dignos del título de padres.

Yo correspondía, era obediente, sumisa, la mejor de mi clase, tanto en comportamiento como en notas. Todo eran elogios para mi persona. Desde lo físico, por otra parte normal, soy una chica de diecinueve y más o menos atractiva. Hasta el intelecto, me doraban la píldora por mi sagacidad. Y para ser completa no iba con quien no debía de ir. Vamos un verdadero partido.

Mis amigas me hacían conocedora de la sana envidia profesada por todas. Las miradas se hincan sobre tu presencia. Sin pedirlo, tienes cualquiera a tus pies. Respondía, ya será menos. Vosotras sois mis amigas.

Surgió una pelea, una chica estaba siendo agredida por otra. A mí no me llamas eso ni una vez más. Tú tendrás más pasta que yo, pero yo tengo más cojones que tú, le decía mientras le partía los labios de un codazo.

Todos, como si estuvieran viendo una pelea de gallos, formaron un corro alrededor. Nadie tomaba partido por ninguna. Por la pija, pues era una prepotente y casi se lo tenía merecido. Y por la otra, bueno, simplemente les daba miedo.

Así yo, con todo mi santo papo, voy me interpongo. Qué ocurrió, pues lo normal. Me partió la boca a mí también. Nos quedamos las dos en el suelo, escupiendo sangre por la boca, temiendo por nuestros dientes, y encima de todo viendo irse de rositas y estirada a la mamona aquella, a través de unos ojos churreteados por las lágrimas incontenibles, cuando te parten la boca. Quien no se lo crea, que pruebe, pero no se lo aconsejo.

Nos consolamos, con el sanitario que nos curó. Y lamiéndonos las heridas como dos perrillas apaleadas. Por qué te metiste, y esas cosas. Que por qué, es muy fácil, vi algo que no soportaba. Pero es bien cierto, si sé el precio, te dan las de caín allí sola.

Bueno gracias por repartir los palos conmigo, me dijo intentando sonreír. No las merece, ya no hay remedio, le respondí de mala gana. Aunque también intente sonreírle.

Mi sangre no me permitía dejar aquello así. Ésa me las paga, voy a verla ahora mismo. Me dije, todavía en la cama. Me había acostado nada más llegar. No expliqué nada a mis padres, asustados al verme. Mis amigas le contaron.

Cuando eché los pies a tierra, entonces noté los pinchazos por todo el cuerpo, estaba molida. Pero con un sobresfuerzo me levanté y me dispuse a asearme, antes de ir a pedir cuentas a mi agresora…

Continuará mañana si me dejan…







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José L. Martínez REBOTE.


martes, 23 de marzo de 2010

La Noche Aquella.

La Noche Aquella.

Se vuelve loca mirando el ropero. Mira, busca, quita, pone, se prueba, se vuelve a probar. Una locura, encontrar esas vestiduras, las ocasionadoras del deslumbramiento. Debe de quedarse con la boca abierta al verme, piensa. La cama un desastre, llena de ropas esparcidas por todos lados.

Hoy es especial, se dice él, ha guardado sus mejores vaqueros, su mejor camisa. Le ha tomado prestado a su hermano mayor ese perfume que encandila a sus amigas. Lleva dos horas delante del espejo poniendo y amoldando ese tupé, me gusta, no me gusta, ¿le gustará?. Me quedará bien el recogido del cuello de la camisa. Como así no lo llevo nunca, siempre parezco un desarrapado, tengo que mejorar mi aspecto, pensaba.

Este vestido, este me queda bien. Pero será suficiente, se preguntaba. Llamó a mamá. Que tal. Su madre maravillada, preciosa, le vas a encantar. Sus ojos de madre brillaron con esa luminosidad especial, de hada madrina. De verdad, mamá, no sé. Claro que sí. Me quedaré suelto el cabello, que te parece. Perfecto, estás preciosa y él sólo tendrá ojos para ti. Venga date prisa, que vas a llegar tarde, al final.

No terminaba de estar contento con el brillo de sus zapatos, además de apretarles los pies una barbaridad. Lo que tenemos que hacer por las mujeres, se dijo. Pero ella merece la pena, le contestó desde dentro la voz del amor. Sí ella lo merece, es fantástica. Y yo seré fantástico para ella. Si hay que tirar las deportivas, esas tan cómodas, pues habrá que hacerlo. Esta noche tengo que ganarla, para siempre. Es tan bella, tan sensible.

Venga a darle al pelo. No me quedó del todo mal, verdad mami. Estás muy linda, cariño. Ya verás cómo te lo van a recordar muchas veces esta noche. Estás segura, bueno en verdad quiero que me lo recuerde una sola persona pero muchas veces. Y lo hará, le contestó sonriendo su madre, mientras la besaba en la mejilla y le recordaba lo tarde que era ya. Venga date prisa. Vale, vale, ya me voy.

Corre, corre, que no llego, se decía. Salió a estampida. Tengo que verla llegar. Quiero ser el primero que le diga lo guapa que está esta noche. Seguro será la reina de la fiesta. Tendrá muchas miradas y algunos pensarán igual que yo. Pero debo de mirarla a los ojos y quererla sin querer, verás como ella corresponde, esa fue la fórmula mágica de papá con mamá. Y han estado juntos más de cuarenta años y de maravilla.

La fiesta. Sonaba una música tranquila, pero alegre. Recordándome los preparos del gran momento. Ella apareció por la puerta del salón. La música pareció esconderse a un segundo plano, como si sonara de lejos. Para abrirle pasillo. Todos la miraban, al menos eso me pareció a mí. Y ella se dirigió, por un pasillo que iba abriéndose a su paso, hacia donde me encontraba. Las piernas me temblaban. Los vellos erizados. Al llegar ante mí. Mi boca dijo sin yo querer. Estás radiante, estás preciosa, eres la princesa de la fiesta. Tú tampoco estás mal.
 El cambio ha sido asombroso. Pareces el príncipe azul. Pues me concede este baile, mi reina. Será todo un placer, mi rey.

La música reapareció, viniendo desde la lejanía para envolvernos mientras ella apoyaba su rostro en el mío. Y bailamos, bailamos, bailamos.







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José L. Martínez REBOTE.