miércoles, 18 de enero de 2012

Money.

Money. Por nada?

Despuntaba el alba. Aporrean la puerta, se escucha un lamento. Insisten en los golpes.

Ella se quedó rendida, después de tanto penar, pasada la madrugada. No quería enfrentarse a la realidad, a la pérdida de su hacedor de risas. Su compañero durante el último tiempo. No le conocía en demasía, pero se decía que cuándo se llega a conocer a las personas, nunca. Cometía muchas excentricidades, en cambio con ella era cariñoso, atento, que podía esperar. Se conocieron en una fiesta, se gustaron y sus promesas la convencieron para compartir sus vidas. O bueno, cuando él estaba por casa, que no era mucho, pues viajaba constantemente. En cambio de este viaje no se vuelve. Y ahora qué. A empezar de nuevo. A buscar un destructor de soledades y constructor de compañías. Una vida no es más que una unión de gracias y desgracias, se decía. Por lo que habrá que buscar a alguien que llene el saco de los bienes y a ser posible no cargue el de los males, o por lo menos se acuerde lo mínimo de él.

Los golpes resonaron en su duermevela cansino. Qué se les habrá olvidado a esos asesinos, pensó. Abrió la puerta, la imagen le dejó petrificada. Un maltrecho cuerpo apoyado en un báculo apareció allí, mal que bien, pues parecía desfallecer. No supo si era una ilusión, o si verdaderamente estaba delante de ella. Hasta que su voz rompió el hechizo. Ayúdame, estoy herido. Ya te contaré. Ahora necesito sentarme y lavarme. Debemos irnos antes que lo descubran, explicó. Estuvieron aquí, me confirmaron tu muerte, que había sido un duelo o algo así. Sí, bueno una de mis trifulcas, no acabó bien. Suerte que con treinta monedas de plata se compra a cualquiera. El pordiosero que le tocaba deshacerse de mi cuerpo, tenía tanta hambre que su cabeza no le funcionaba. Pues cuando al ver que no estaba muerto y le ofrecía mi bolsa, no se le ocurrió si quiera su destino. Cuando no aparezca el cuerpo y vean como de rico se volvió, de la noche al alba, su vida no valdrá ni la bolsa. Y la mía tampoco, por eso hemos de irnos, antes que lo descubran. Pronto amanecerá y las sombras no nos resguardarán de los ojos acechadores. No, no voy contigo. No puedo verte morir por una disputa. Esta vez pudiste comprar la suerte. Pero cuantas veces más. Lo siento. Vete solo. Tendrás un bello lugar en mi pecho.

Pero…

No, hace unas horas me destrozaste el alma. No tanto por tu pérdida sino como ocurrió, por lo que ocurrió. Ahora sufro. Pero está amaneciendo, el día disolverá la nebulosa que envuelve mi cabeza. Cuando salga el sol caminaré en dirección opuesta a la que tú tomes…

Le ayudó a marchar con sus valiosas pertenencias y el vacío de saber que el dinero no lo puede todo…