lunes, 3 de enero de 2011

El Retornado…

El Retornado…
Desde pequeño remó contra viento y marea, hacia la señal que, según creía, le indicaba el destino. No hubo impedimento, no había obstáculo insalvable, golpe tras golpe, caída y subida, recaída y supervivencia, día a día, año tras año.
Conoció Amigos, menos y amigos, muchos. Mujeres y Hombres, y gente, mucha gente. Estibadores de puertos de otros, vendedores de volutas incandescentes, de recreadores de chisteras, sin conejos, de pañuelos sin palomas y de Músicos sin cuerdas, de Personas con 
Sentimientos y gentes con remordimientos, de Grumetes sin barco y de capitanillos con galeones, de Ricos que mueren en una acera, pidiendo y Pobres con mala leche que se pudren en clínicas privadas, lágrimas que corroen sensibles rostros inocentes por no poder secarse y narices sin mocos agitadas por el sonar de muchos pañuelos.
El cenit llegó, convivió en palmerales altivos y preñados de frutos, ciego de codicia y malas artes. Devaneos con las mil y una noches corruptas y un día rompió el frágil hilo que une la luz y la oscuridad, comenzó la vuelta de la cúspide.
Sin pretenderlo, su garganta le hacía advertir. Sus cuerdas vocales gritaban, cuidado. Sin importarle el ser desoído.
Es demasiado mayor para importarle las faltas de corrección. Las normas de etiqueta, prefiere el caldo revitalizante al caviar, si ni siquiera le gustó. Si no hubiera el valor dorado, que asco.
Hijo pródigo que vuelve a la casa sin padres, acalorado caminante que mira el frescor resurgir del agua del pozo. Comprendemos a los chicos y a los abuelos, pero no a los padres, y no es más que nos vamos deteriorando, quemando nuestro estadio para dar paso a otro, más tranquilo, vigilante y observador de las buenas cosas que nos da la vida.


Vislumbramos el dispendio de la sociedad que nos envuelve, y cambiamos los manjares de antaño en la poltrona dorada por un trozo de seco pan con un andrajoso que te sonríe en la calle.
Y no es una resaca del bourbon, no es la falta de Cobalamina, la que deja esponjoso nuestro cerebro, quizás la sensibilidad de querer y no tener, de tener y no querer, que estos días obligan las normas sociales, de las sociedades humanas de inventivas reunidas, juntar en una misma jaula seres 
incompatibles durante cientos de días en unas horas, parece 
contraproducente pero lo hacemos, por todo ello, si aligeramos el paso de las neuronas.

Llegamos a la conclusión que estamos retornando, y por ello sabemos apreciar el verdadero valor de nuestro rededor.

1 comentario:

  1. Bueno es retornar, para ver con nuevos ojos.
    Me ha encantado el toque intimista.

    Un fuerte abrazo gracias por tan buen texto!

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