lunes, 21 de junio de 2010

Aún tengo el Blues…

Aún tengo el Blues…
En su caminar, Bluesman volvió a tropezar con la intolerancia propia, dado su parte helada, de los mismos corazones, aunque quizás esta vez encontró uno inesperado, aún su objetividad y mirada certera le permitía suponer su existencia, nunca hubiera deseado así fuera, encontró la inquina en el lugar menos deseado, donde daño real provocaría en su interior, en su alma, en su blues. Corroyéndole en sus fueros más internos.
Siempre caminó contra el viento, pues se dice que la manera de sentirlo en nuestro rostro, es mirando hacia él, no dándole la espalda. Siéntelo, escuchó alguna vez, enfréntalo, te hará daño, pero también te colmará de los máximos placeres, olores, sabores, sentimientos cargados de sensibilidad. Si le rehúyes sólo te empujará en su dirección como con los otros.
Fue testigo, miró, estudió, anotó todos los movimientos. Se limitó a contar la fotografía, el collage de la vida, roces, sufrimientos, amores, desdenes, sinsabores, rasgando su bluesguitar de vez en cuando para sazonar el aire de lluvia salitrosa, de las puñaladas traperas, de las traiciones de los seres ajenos, de las flores mustias deshilachadas tras un vendaval apasionado, donde costuras débiles no dejaron construir el traje a medida, aquel lucimiento necesario para ellos.
Las cicatrices en su rostro, en su fuero interno, marcadas a fuego incendiario, incrustaciones metálicas de la destrucción de puentes entre seres irreconciliables, astillas de explosiones madereras tras huracanes, en bosque de árboles caídos.
Historias repetidas, no por ello menos odiadas. Todos portan la verdad, todos dicen quererla. Hasta que aparece alguien que la cuenta, que te la dice a la frontal sutileza de tu vanidad. Entonces ese se convierte en el loco que habla de serpientes y águilas, que cree vivir en una caverna destrozada por el colmo de la sabiduría. Es cuando los rincones, se llena de libros, de letras dañinas. Cuentan que Oscar decía, que no hay libros obscenos o no, hay libros bien o mal contados, bien o mal narrados. Quizás sea el lenguaje, que no entendemos el idioma.
La ignorancia tiene la capacidad de atreverse, es como el aborregamiento provocado por el dios etílico. Nos permite ser, lo que no somos despiertos. Nos da alas flamantes, pero ícaras en el fondo. Son belleza, mas simple belleza, inútiles para volar hacia el cielo, donde el calor irradiado por astro vengativo, las destruirá sin esfuerzo. Sorpresa de alma transparente, entregada a la palabra, destruida ésta por la ignominiosa ignorancia, el egoísmo, y la inopia propia de seres injustos, inseguros, mediocres, y necesitados de idolatría para con su egocentrismo.
El bluesman en este caminar sintió la daga atravesar su coraza protectora. Ésta le protegió en tantas otras ocasiones, pues su material estaba fabricada con el ungüento en contra de los sin sangre, de los míseros seres del hábitat terrenal.
Esta vez sin embargo encontró un nuevo elemento, ante él nada pudo, su coraza pierde su fortaleza ante tal hechizo. La daga se coló entre las hendiduras de sus riñones, elevándose hacia el mismísimo interior, donde el habitáculo portador del alma se encontraba esperando, quizás dardos de veneno benévolo, como tantas veces fruto de dispares afrentas. Nunca mortal de necesidad. Desangrándose se encuentra en el patio del olvido. Gota a gota, aguja a aguja, tiñe de escarlata el camino. Fiel como siempre, una sola, su Sombra.
Y sí el lagrimear del Rey, y su bastón mágico, arrancando las notas más dolorosas y lanzándolas al viento.

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