…Era absurdo ver como se instauraba el médico general y no lo tuvieran todos, sólo unos pocos. Los trabajos mejor remunerados siempre iban a manos de los arrimados de los mandatarios, o los recomendados de don fulano o don mengano. Le hervía la sangre cuando veía esas injusticias. Se juraba y perjuraba. Estudiaba, se comía los libros, caía rendido en las horas robadas al sueño. Matrículas de honor por todos lados les llovían. Los padres del seminario le tenían el altar en fabricación, éste será el próximo santo. Aquí tenemos al próximo D. Josemari. Su obra será recordada. Él por dentro se desternillaba de risa, pero a ojos vista de los padres, era un santo. Le quedaban dos cursos.
Cuando surgió el primer contratiempo importante. Unos niños de papá que no dejaban de recordarle su procedencia, les ofrecieron unirse a ellos, en un robo que harían de los sacos de almendras de la tahona, donde los padres fabricaban dulces para complementar sus ingresos para el mantenimiento del seminario. Los dulces solían estar rellenos de almendra molida, por ello en la alacena tenían siempre almacenado unos sacos de almendras. La cuestión era fácil, siempre había diez o doce sacos. Le vaciarían un poco a cada uno y con ello conseguirían al menos veinte kilos de almendras, después se las pasaban a un rebuscador que uno de ellos conocía y éste se encargaba de colocarlas. A repartir el jornal de tres hombres para cuatro, no estaría mal. Podrían tener lo que ganaba un obrero, si era el padre de nuestro amigo hasta de tres días. Y todo parecía fácil. Esa fue la primera vez que estuvo implicado en un escamoteo. La facilidad y la falta de contratiempos le decidió a participar en alguna más escaramuza. A perderle el miedo a los engaños, o lo que es peor a no ser todo lo noble que él mismo se juró.
Pasaron los cursos restantes, se acercaba la ordenación. En el seminario los preparos ocupaban la mayor parte de los escenarios. No debía fallar nada, el obispo debía de salir orgullosos de todos. En la sombra el maestro, el padre que también tenía conocimiento y la mano cercana al obispado, sabían que él renunciaría unos días antes. Todo estaba preparado, y todo se hizo según lo previsto para que se trasladara todos sus expedientes a la universidad reglada. En un curso puente estaría graduado. Y a pelear por estar en los movimientos que organizan los hilos del poder.
No tardaría mucho en lograr hacer sombra a los instaurados, el empeño que ponía en aprender, le hacía generar confianza en los otros. Las puertas iban abriéndose por donde llegaba.
Los tiempos iban cambiando, las formas, las mejoras iban llegando poco a poco, gota a gota, pero iban llegando.
Los lugares por donde pasó, le fue enseñando. Secretario de oficina, donde aprendía a gestionar, cómo gestionaban y poco a poco adjunto al secretario del gobernador. Empezaba a tener luz sobre temas escabrosos, que no siempre llegan a la luz pública. Temas de favores entre grandes poderes, que aunque los tiempos digan que no ocurren, la realidad es bien distinta y a nadie se le escapa…
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