domingo, 27 de junio de 2010

Ponte en mi lugar.

Ponte en mi lugar.
Ponte en mi lugar, te diré. Ya sé que tú no eres cursi. Tú no haces cursilerías. Tú nunca le dirás te quiero en público. Jamás besarás sus labios delante de todos. Imposible imaginar darte un morreo en un banco del parque. No, tú nunca lo harías.
Tú mirarás a la pareja que pasea de la mano, y criticarás en público. Soliviantarás el aire con tus despotricadas escenas cuando veas a una pareja juguetear y restregarse en el césped del parque. Sí, como tú pensabas que nunca se podría hacer.
Llegarás a su cercanía y les mirarás, y te urgirá insultarles, y casi denunciarles, hasta provocar la risa del agente.
Y llegarás a la orilla del río. Y comenzarás a recordar…pero no te dejarán, pues jóvenes de todas las edades, pues la juventud vive en el alma de los hombres, no en los calendarios; estarán bañándose en el río aquel, algunos hasta desnudos, algunos hasta vestidos, otros como les da la gana. Y tú dejarás de recordar, y volverás a increpar a quien envidias. Sí, envidias. Pues ves en ello lo que quieres ser, como deseas estar. Echas de menos la oportunidad, el barco que viste pasar una y tantas veces y no te atreviste a tomar. Donde ella mirándote esperaba tu llamada. 
Ella siempre anhelante de tus roces. Sus ojos brillaban al saberse observada por ti. Tú, deseoso de tomarla, de soñarla, de quererla abrazar, de dar rienda suelta a vuestra imaginación, a vuestras ganas de vivir. Igual que la de ellos ahora. Simplemente envidias a quien es feliz.
Escuchas el susurro del río, de sus chapoteos contra las orillas. Te hacen recordar, te rememoran los momentos del pudiste y no quisiste, no te arriesgaste a un no. Algo que ya tenías. Ahora tu rabia te hace encrespar al ver a los otros disfrutar de tu parque, de tu río, de vuestro parque, de vuestro río, de vuestras ansias. 
No fuisteis capaces de lanzaros en pos de vuestro amor. Algo tan sencillo como dejaros llevar por la naturaleza, por el qué dirán. El qué dirán no existe.
El transcurso de los años. El semblante del río, ha cambiado, te dices. Después en un remanso del río, te reflejas…No, el que ha cambiado soy yo…
Levantas la mirada, la ves…no puede ser es ella, sí, es ella. Y está sola. Quizás me rechace, vuelves a temer. Y entonces te lanzas. Ella te ve llegar, asombrada. Esperanzada, también está más lanzada. Vengo todos los años por esta época al río. Sí, a esperarte, a que decidas a cercarte, a pedirme, a amarme…
Nadie supo que pasó. Ambos desnudos, se vieron juntos durante todo el día, entregados a la fogosidad de dos quinceañeros. Ambos eran de aquí cerca, ambos vivieron solos siempre, nadie supo de ellos compañía alguna…
Nadie los vio por donde marcharon, todos preguntaban de quien era aquella ropa, al caer la tarde…
El río brillaba en el ocaso de la tarde, dejando los brillos del marrón dorado que tanta fragilidad alegre y melancólica de trazas conseguidas, aún tarde…

2 comentarios:

  1. JACS,
    Yo que hablo, hablo, y no paro de hablar.
    Enmudezco ante la belleza del texto,
    la música, qué decir, Miguel, nuestro Miguel.
    Muchas gracias, por mandarme leer,
    maestro, su magisterio hace palidecer a los grandes.
    un beso rojo.

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  2. Cuántos americanos valdrán
    Las gotas salpicadas
    De ese torrente de frescura
    Habrá que medirlo…
    Jejeje…Bsts Rojilla, el Orrad, Miguel y el tiempo…
    sin olvidarnos del cuarto creciente.

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