El Punto Débil.
Desde que nacemos nos educan, educamos a los nuestros para que sean fuertes, para que sean capaces de remontar cualquier adversidad. Obstáculos colman el derrotero de nuestra existencia diaria. Todos los momentos nacen nuevos y abruptos peldaños a superar, conseguimos caer y levantarnos una y otra vez. Agarrar el aire y destriparlo hasta conseguir asirlo en nuestra dirección y alzar nuestra alma, acompañado de nuestro cuerpo, fiel portador de la misma.
Unos vamos de pedigüeños de caricias y buenas sensaciones. Otros somos más duros, más rígidos, más ásperos, más individuales, menos necesitados del aliento cercano o incluso detestable del mismo. En cambio todos tenemos algo en común, nuestro Punto Débil.
A veces creemos estar a salvo de dicha enfermedad, pero es algo genético, todo acarrearemos a dicho engendro como humanos que somos. Podremos tener la categoría de Persona o quedarnos en simple gente, pero nadie obviará que todos, a lo largo del camino que nos toca vivir, nos topamos alguna vez con esa debilidad intrínseca.
Uno es el orgullo, otros la avaricia, la envidia, algunos la codicia, en cambio todos tenemos un proyecto de vida. Sus componentes nos forman y amoldan con sus dedos invisibles, yemas que acarician nuestro ego y consiguen hacer de nosotros, lo que tantas veces somos capaces de negar. Como aquel que negó tres veces o cambió por treinta monedas, o aquel que se ahogó tratando de salvar lo insalvable. En cambio no pudo saber que lo hacía por sí mismo, no por el ahogad@, que también.
No, no soy la mejor persona, pero una cosa sí está clara soy Persona y además todos los días aprendemos. Es la diferencia, nos sabemos portadores de ese Punto y sucumbiremos por defenderlo.
Pobre gente, ciegos, creyentes de las carencias del mismo.
No es más grande quien perdona, sino quien pide perdón.(G.B)
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