sábado, 1 de mayo de 2010

Capicúa en 5.

Capicúa en 5.




Él hoy no irá a manifestaciones, a historias de papel couché, de portadas de noticiarios, de altares ficticios de un día, que quería reivindicar qué. Hoy el se siente el elemento discordante de ese casual capicúa extraño. No perfecto, dirán los más filólogos de los números. No se sentirían así. Si fueran uno de ellos, otro gallo entonaría la melodía matinal.




Se levantó un oleaje. Todos hoy saben del culpable. Aquel enorme pedrusco soltado de la manera en medio de tan pequeño mar. Como suele ocurrir nadie previó las posibilidades del cataclismo que podría ocasionarse. Si así fuera no serían, políticos, ni mandatarios, ni economistas reputados, especialistas en saber el pasado, no estaría mal que los llamaran historiadores de las economías, acertarían más. Los tiburones de las finanzas, estos sí que aún no viéndolo, no les importa, son ágiles cazadores en tormentas. Saben jugar al límite del riesgo.




Tristemente nadie parece haber tomado nota del problema, o quizás sí y no pueden, están demasiado trincado por los web… os conmino a pensar. Como podemos volver a creer que la salida es la superexplotación, la altavelocidad de este sistema.




Es imposible eliminar tantísimas bocas de un plumazo. O estudiamos la posible salida a este entuerto o llegará un momento que el raro del capicúa se despertará y los males serán peores.




Cuando los hombres pierden la fe, la sustituyen por otra. Dios por dios don dinero. Si el político no le da crédito, se elimina, se pone a otro. Pero si el cambio solamente es cambio de careta, provoca ira. Pues cuando un hombre lo pierde todo. No le queda ni pan para comer. La locura se apodera de él. Un hombre hambriento se destruirá contra la valla que protege al poder. Es cierto, que peligro tiene un loco hambriento, ninguno. La cuestión es, hoy es casi capicúa 010510, y el discordante es el número de millones de parados que tiene este país. 
A qué esperan los apoltronados en sillones tapizados de piel, a que estén hambrientos. Un ejército de cinco millones de hambrientos no sería la sorpresa que yo desearía en mi puerta al levantarme.




Se dejen de vivir bien y comiencen a pensar en cómo se ponen de acuerdo para buscar una salida a este ladrillazo que hundieron en tan pequeño mar y aún todos los bien situados intentan capturar algo de las víctimas.
 Ayúdales a sembrar y se alimentarán solos. Los esclavos aún por caridad, más temprano que tarde se os sublevarán y después, todos pagaremos las consecuencias.




HOY DICEN QUE SE CELEBRA EL DÍA DEL TRABAJO, ASÍ SEA. NO PERDAMOS LA FÉ.






En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .
Ya tenéis los cuatro primeros  relatos completos,
pronto el quinto.
MI SUEÑO...SE PIERDE EL TREN


con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.





2 comentarios:

  1. La resolución del problema no está en sembrar más sino en repartir la cosecha, que mira tú que patatas ya sobran. Aunque aun más sobra la gula de los ya obesos.

    En otro orden de cosas, contra los alzamientos de esclavos frágiles y famélicos, siempre ha habido una sucia bota fuerte y bien alimentada. Y siempre la habrá, aunque a veces tengamos la sensación de que ha dejado de pisotearnos.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  2. mírate en Grecia esta mañana
    ya mismo hay que dejar los dientes
    de oro en casa
    por si no volvemos con ellos.

    Y a los obesos, esos a ver si revientan.
    eeah.

    Un abrazo León

    ResponderEliminar