Nunca entierres los sueños.
Todos llenamos el saco de las ilusiones. Todos llenamos el saco de los sueños. Llenamos el saco con quimeras, espejismos, situaciones que nunca creeríamos en ellas, y ello es parte del por qué, cómo el juguete elegido por elegir, no se consiguen tener.
Cuando fuimos pequeños nos vendieron qué era mejor para nosotros, nos mostraron esas ilusiones tan bellas, pero que en verdad eran las ilusiones de otros, nuestros padres, nuestros amigos, nuestros maestros, los medios de comunicación. En cambio a medida que caminamos en al arduo trayecto vital, vamos realmente deseando tener algo, todos soñamos con algo, unos más material, otros más idílico, más del mundo de los sentidos. Nos creamos ese Sueño con mayúsculas, que dices, ¡si fuera verdad!. Pero es que puede hacerse verdad. Si lo sacamos del saco de las quimeras recogidas sin interés. Lo ponemos sobre una tierra fértil. Le hacemos llegar la luz que necesita. El aire que le refresca, el brillante sol en su momento y cantidad adecuada. Si lo protegemos con nuestra vida, ese sueño florecerá. Nos enseñará su fruta, nos invitará a degustarla.
Los días de borrasca habrá que darle doble ración de mimos, pues, mientras sueño es, su estructura será delicada. El corazón gran valedor de lo bueno y de lo malo, deberá hacer un sobreesfuerzo para irrigar con su savia los tallos delicados de la impúber ilusión. Sus hojas comenzarán a florecer y poco a poco podrá ir despojándose de las manos que la guiaron.
Las heridas de otros intentos de fraguar esa quimera, deberán ser olvidadas. Las mañanas estarán llenas de energía. Pues topaste con ese ángel que es capaz de estar cuando tú digas, cuando tú necesitas. Sólo mírale. Él ya te estaba mirando, presto a alargar la mano y hacer la función del quitamiedos.
Es un bebé dando sus primeros pasos, busca esa mano fraternal y cuando la ve en ese horizonte, ni siquiera la agarra, le es suficiente saber que está, le llena de confianza. Él estaba gateando, iba a levantarse y dudaba, pero miró y halló la mano cómplice, su confianza recargó su arresto. Un primer paso y después otro y otro. Tan fácil es caminar, respetar el equilibrio sabiéndose protegido.
No hace falta que en verdad nos protejan sino que sintamos que así sería si fuera necesario, que está allí.
El niño desconfía si duda y al buscar, no encuentra. Caerá y recelará del apoyo embustero. Sus primeros pasos son los más importantes, pasándolos se exime de esos miedos. Aparecerán otros y volveremos a poner esa mano.
Hoy, al igual que pudo ser ayer pero si no lo fue, será el gran día. Comenzarás a creer de verdad en tu sueño. Y créetelo, esa mano está, mira bien, seguro que está. Al verla sentirás que tira de ti, sin tan siquiera rozarla. Tu sueño empezará a ser real. Como el andar del bebé, no es fácil. Dependerá de los dos, de la mano y de ti. Pero tú eres la principal fuente de verdad, si tú la llevas a cabo, andarás, conseguirás solventar las vicisitudes hasta si la mano falla. Si así fuera no se te ocurra ni tan siquiera un momento, en enterrar tu sueño. Aprovecha las enseñanzas del camino.
El roce hace la vida. El bien que se hace y se recibe, ya nadie te lo puede quitar y tú eres libre de recordarlo. También ocurre con el mal, pero también depende de ti que sobreviva en tu mente, por ello lo olvidas. El mal no se merece cuidados, es fuerte y usurpador de los otros, por ello expúlsalo, ni un momento se merece. Ni tan siquiera el beneficio de la duda.
Ese sueño que creaste morirá, pero sólo porque se hizo realidad. Ese mocosete pringado que apenas parecía pudiera ser una persona, hoy se convierte en Persona por las enseñanzas que fue adquiriendo de todas esas manos que le guiaron, las malas porque sabes lo que te arrebataron y las buenas porque nunca te dejarán tirado. Hoy puede ser un gran día, como lo pudo ser ayer, pero si no lo fue, no esperes a mañana.
Porque hoy toca ser feliz.
En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .
Ya tenéis los cinco primeros relatos completos,
pronto el sexto.
EL PILAR DE LA MEDIA LEGUA.
con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.
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