lunes, 3 de mayo de 2010

La Flor.

La Flor.




El arroyo estaba crecido, comenzaba a deshelar las nieves más altas y las torrenteras llenaban los cauces, hasta poner el principal, éste, a reventar. Es un espectáculo no me gusta perderme. El agua cobra vida. Salta, arrastra a su paso, crea innumerables juegos malabáricos.




Me llamó la atención, al otro lado, en la otra orilla. Era un arbusto extraño, estaba como enroscado, abrazado a un llorón majestuoso. Testigo directo de tantísimos deshielos. Me hizo pensar cuántos me llevaría de ventaja. Si pudiera contar cuántos como yo han venido a disfrutar del espectáculo. Cuántas historias encerradas en su interior.




Quise ver más de cerca aquel abrazo natural. Cómo cruzo, el río viene muy lleno. Continué más abajo, un árbol caído lo atravesaba. Le miré de soslayo. Húmedo su tronco. Desparramado sobre el lecho, llorando su final. Y no me atrevía a pasar. El agua está helada. Si cayera me helaría y con lo saco de piedras que soy, caer y acabar en el fondo, todo es una.




Bueno pero cómo paso, bueno y para qué. No es más que una planta más. Y un remojón no me sentaría bien. Sí es verdad, no cruzo. Qué, tan fácil me doy por rendido. No, sí cruzo. Un buen tiempo me costó decidir. Venció mi lado ávido de saber, de conocer. Crucé. Rápido, sobre el tronco, sin mirar al río. Todo es ponerse, no has visto al robinhood ese, me decía. Sí ya me contestaba, mi otro yo, más prudente. No lo pienso más. Un paso tras otro, rápido, seguro de mí mismo. Y flash al agua pato, faltaban dos metros para llegar al final. No era profundo, pero raca, hasta la cintura, con su correspondiente chapuzón. Mierda, valiente manazas. Quién me mandará a mí a meterme en estos berenjenales, para ver una flor. Mira que soy capullo.




Empapado, haciéndome los zapatos blash,blash, a cada paso. Y sin ganas de flor ni de nada, fui subiendo el trecho de orilla que antes bajé. Allí estaba, abrazada al llorón. Era un gesto precioso. 
Se me empezó a pasar el frío, del remojón. Entre las indecisiones y buscar el sitio adecuado, es un decir, para pasar; la tarde fue cayendo. Miré la planta otra vez, y me pareció que había visto seis u ocho grandes puyas apuntándome. Pero no, no me asusté, las plantas carnívoras no se come a bluesman, o sí, bueno eso espero no querer saberlo, jeje.




Lo que observé es que me pareció que esas lanzas iban estallando, me paré a descansar un poco antes de regresar. Observaba como su cuerpo se regocijaba sobre aquel llorón, y me venían los ecos de su interior cantándome, lo protegeré, porque es mi amado. Me reí, siempre escuchando cosas inaudibles, jeje. 
Cuan mi sorpresa cuando vuelvo los ojos a unas de las lanzas, iban reventando de verdad. Y muy rápidamente.




Mi atención fue ya para ellas, busqué, cuántas había, no sé doce, catorce. Cada vez se iban abriendo más. El tiempo transcurría, la luna iba apareciendo, repleta, preñada de luz, iluminando todo el espejo del río. Era una luz perfecta, suficiente para poder seguir el espectáculo ante mis ojos. Fueron abriéndose una tras otra, hasta desdoblarse hacia atrás.




Una belleza rompedora apareció ante mis humildes ojos miopes, los cerraba y los abría para captar el momento. Mañana me buscaré un lienzo y los plasmaré para el recuerdo. No podía creerlo, en un rato dos, tres horas no sé el tiempo pasaba sin pausa pero suave, no dejaba huella. Mi ensimismamiento con la alucinación se fue difuminando cuando el astro rey, empezó a relevar a la maravillosa plata nocturna que había velado durante el alumbramiento de aquellas bellezas.




Pero las sorpresas no habían terminado. A medida que el sol aparecía, las blancas explosiones nevadas iban cerrándose otra vez. Cómo es posible, decía mi cabeza, esto no puede estar pasando. Pero estaba pasando, y se cerraron, y cerraron. Hasta más de su nacimiento, se arrugaron sobre sí mismas, se retorcieron y perecieron en el mismo lugar donde unos instantes antes su plenitud era máxima.




Una voz desde el otro lado, me despertó de mi letargo. Qué Bluesman jugando con el Galán de Noche. Sí, qué…




Me lavé los churretes de la cara, que dejaron la emoción y crucé al otro lado sin caer, ni siquiera dudé al pasar.




Miré atrás, que bueno lo que me enseñaste hoy Galán de Noche. No lo olvidaré.






En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .
Ya tenéis los cuatro primeros  relatos completos,
pronto el quinto.
MI SUEÑO...SE PIERDE EL TREN


con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.





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