lunes, 22 de marzo de 2010

El Místico.Confundido.

El Místico.Confundido.

De mañana muy temprano me desperté. Mejor dicho me despertó el haz de luz, intruso por una pequeña rendija olvidada en la persiana. El sol estaba llamándome. Podría haber recorrido toda la habitación, pero no, dirigía su haz directo a mis párpados aún cerrados. Esas partículas juntas sobre mi rostro me recordó el despertar de pequeño, venga te has de levantar ya. El alba despunta, me decía, con suavidad, mi padre. Casi me llamaba para no despertarme. Un susurro.

Me fui levantando, mirando el haz, despertador celestial me dije riéndome. Desayuné, me fui a la capilla, recé. Bueno hice lo de siempre, desde que estaba en la celda, hablé con él. Le pedí de nuevo que orientara mi vida. Que estaba perdido. Me sentía lleno de preguntas sin respuestas. De proyectos por terminar. Pero él se fue.

El Hermano Mayor, llamó a faenas. Pasé el día, como tantos otros, repasando las casas de los personajes más acaudalados de la ciudad. El Hermano Mayor era experto en la zalamería, al menos donde le convenía, bueno nos convenía, según él. Aunque de aquellos cuartos que sacábamos, los demás hermanos poco veíamos.

Casi todos los que allí estábamos, teníamos una historia variopinta. Y lo que menos había entre nosotros eran místicos. Iluminados, tal vez. Pero en verdad eran unas vacaciones de recogimiento y ajustes de cuentas, por parte de casi todos. Otros con sus teteras bien lavadas pensaban que era el camino señalado, pero menos.

Estando en una de esas casas, haciéndole la bola a una de esas señoras que disfrutan en ello. Ciertamente una pasta se llevaba el Hermano Mayor, también la señora tenía su capilla particular en el monasterio. Sería como contraprestación al bien de su alma, claro.

Apareció un ángel. Me miró con sus ojuelos turquesa. Me dedicó una mirada tan intensa que sentí vergüenza de llevar aquellas vestiduras. La máquina de mi cerebro se puso a procesar datos. Ángel, esto es un ángel. Color, sus ojos son el color. Vida, su cuerpo es la vida. Viento, la brisa perfumada que me envuelve al pasar junto a mi.
 El lado oscuro del procesador también comenzó a trabajar. Culpas, yo no tengo la culpa de nada. Padre, no me abandonó, siempre estará ahí, me escuchará cuando yo le hable. Religión, nunca me la creí. Bueno la experiencia desde dentro estuvo bien, ya conozco de primera mano las ingenierías celestiales capaces de hacer algunos hermanos, entre comillas. Venden incluso a Dios, y eso que no se ve, si se viera estábamos perdidos incluso algunos incrédulos.

El Hermano Mayor me sacó de mis cavilaciones. Hermano Jacq, venga nos vamos. Te has quedado obnubilado con la visión de esa chiquilla. Nosotros no debemos mirar así.

Le miré a sus ojos fijamente. No he mirado a nadie con los ojos que tú hubieras usado. Simplemente me ha transmitido la realidad, el camino de mi vida. Esta mañana un rayo de luz me lo intentó decir. Pero no le presté atención. Ahora este ángel me ha despertado.

No blasfemes, me gritó. Vete con tus demonios, Hermano Mayor, le respondí más fuerte. Usurero, sobador de culos de mal asiento. Ahí tienes, te quedas hasta con mis ropajes, que por lo demás mi estancia y la bazofia que coméis allí, o me comí al menos, os la pagué demás con la entrega de mis pertenencias al entrar en la celda.

Así fue como salí del camino de dios, para pelear en el de los hombres. Con una mano atrás y otra delante. Pero la sonrisa de aquella mirada turquesa me acompañaba en mi corazón. Desde hoy hablaré con él desde el mundo.
(Y Maná, nos dice que Ella es, su religión.Aquí)






En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS 


con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.





2 comentarios:

  1. Pocas religiones como las de unos bellos ojos.

    Abrazos.

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  2. Si existiera
    no le faltarían adeptos
    al menos algunos
    que yo me sé, eh.

    Un abrazo, León.

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