La cara oculta
Era ella la que buscaba, no podía encontrar la causa de su desazón. Sentía un hormigueo dentro de sus sienes, que no le permitían conciliar el sueño. El repiqueteo del péndulo, oscilante monotonía otras noches, le advertía de un inquietante final. Pasaban las horas lentamente. Contaba los sonidos del gotear de aquel maldito grifo, cuándo lo reparará. Las campanas de la torre están dando las doce, unos instantes antes de que suenen en el salón. Otras veces comentarios curiosos, sobre el respeto que le tenía el pequeño reloj a su,
mayor y más veterano compañero de la torre, tanto que atrasaba lo justo para escucharlo primero a él, y repetir después la lección bien aprendida. Pero esta noche sonaban doce mazazos seguidos de otros doce martilleos, no por más débiles menos estremecedores dada su cercanía. Hoy no estaba allí para soltar el chistecito. La ventana gélida no dejaba traslucir más que un hilo de luz de luna. La estancia, a pesar de la chimenea, estaba tornándose en un helado páramo. La lumbre se iba debilitando por momentos, pero su angustia le hacía arremolinarse más y más en su manta de angorina, aquella que trajo de su último viaje. Para ti, como eres tan friolera, me dijo. Solamente cuando me faltas tú,repuse.
Pero no era de frío su agitación. Se levantó, pasó su mano por el cristal de la ventana. La luna inmensa se reflejaba en la charca. La brisa hacía ondular su reflejo, de tal manera que ella descubrió una sombra aparecer. Después otra, que se acercaban. Quienes serán. No es él.Unos golpes secos rompieron su letargo. Al dar en sí, supo que estaban llamando a la puerta. El hormigueo que hasta ese momento estuvo dormitando en su pecho, rompió en náuseas. Se contuvo. Abrió la puerta. No podía ser otra cosa. Unos hombres con sombrero en la mano, la miraban sin saber que decirle. Sus ojos acuosos pero fríos lo decían todo. Ella agarrándose a la puerta,para nos desfallecer, les facilitó el mensaje. No me digan nada, ya,les dijo cerrando la puerta. Sólo se escuchó la voz de uno de ellos, mientras la puerta la aislaba en su mundo. Fue un duelo entre caballeros, lo siento.
Esa noche a la luz de la luna, lloró por quien tantas veces le había hecho reír.
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