martes, 9 de marzo de 2010

El Plan.(V).

El Plan.(V)

…Sor Inés no daba crédito a sus oídos, y a sus ojos. Nunca había visto a la priora ofuscada de esa forma. Además, desbarrando aquellas cosas sobre la condesa, el amor, la traición, el encierro, su vida entregada a ella…

Trae a Belle ahora mismo. La orden sacó a Sor Inés del desconcierto. Ya, no me oyes. Sí, priora, ahora mismo.

Antes que la priora dispusiese su plan para hundir a la condesa en lo más profundo del infierno, palabras más propias de Mefistófeles, que de la representante, más poderosa, de Dios en aquel sitio. Aún no habían llevado a Belle a presencia de la priora y la condesa estaba siendo informada con todo detalle del paradero de su hija. La novicia, confundida con las promesas vertidas por la condesa en los aleteos más profundos del placer, estaba delatando el escondite de Belle, del conocimiento por parte de todos, la tesorera, la priora y ahora ella. La condesa parecía que iba explotar, iracunda gritó llamar al jefe de sus esbirros. Prepara a tus hombres, armados, no quiero fallos. Vamos al convento. Eliminaremos rastros que tenían que haber desaparecido hace muchos años. No quiero retrasos, venga, antes que puedan sospechar y escapen.

Yo, priora del convento del sagrario, me declaro culpable en connivencia con su esposa, la condesa de Wheatfields, del asesinato por envenenamiento del conde de Wheatfields, señor del condado de Wheatfields. En la desesperación de la pasión, provocada por mi amor hacia la condesa, inducimos a beber hasta hartarse al conde la noche de nuestra Señora del Sagrario. Ese año lo celebramos como todos, invitando al convento a los poderosos de alrededores, en cabeza el conde. Yo misma rellené una y otra vez la copa de vino del conde, cargada de esencia de Nerium oleander, si de la adelfa, esa planta que tenemos por todos nuestros alrededores. En pequeñas cantidades provoca una fulminante parada del corazón. Como ocurrió con el señor conde. Sintió indisposición, lo ayudamos a que se retirara a mi celda para que se tumbara. De allí salió en el féretro hacia su estancia actual. Lo siento Belle, pero espero que el corazón nunca te ponga en la tesitura de elegir. Yo asesiné por mantener un amor destructivo. Rompió en un sollozo…

El juez que tomaba declaración a la priora, escoltado por varios soldados, sabe que esta declaración le va a llevar al cadalso directamente junto con su cómplice. Es lo que quiero, fue lo único que dijo desde entonces…

Tomando disposición para detenerla y trasladarla al calabozo, surgió un estrépito. Aparecieron más de veinte hombres, dando por tomado el sitio. Detrás surgieron su jefe y la condesa, altiva. Sus años parecían ocultos tras algún elixir de juventud. Su cara malvada era de una belleza paralizante como la cobra real.

Vamos a acabar con esta farsa ahora mismo. Está mujer está desvariando en lo que sea que le haya contado. Está vieja y demente. No le preste atención señor juez. Además, se le acercó al oído, ya sabes que tu ascenso corre de mi cuenta.

El comentario emponzoñado de la serpiente exacerbó al juez. Dio orden a sus soldados de que detuvieran a la condesa inmediatamente y a todo aquel que tratara de impedirlo.

De pronto se encontraron cerca de veinte hombres al mando de la condesa enfrentados a una decena de soldados, con el juez y la justicia a la cabeza…


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