Malas Compañías.
Recibía todo lo deseable por una chica de mi edad. Se mataban a trabajar para darme las mejores cosas. Estaban pendientes de mis altibajos. Me apoyaban como deben de hacer unos progenitores dignos del título de padres.
Yo correspondía, era obediente, sumisa, la mejor de mi clase, tanto en comportamiento como en notas. Todo eran elogios para mi persona. Desde lo físico, por otra parte normal, soy una chica de diecinueve y más o menos atractiva. Hasta el intelecto, me doraban la píldora por mi sagacidad. Y para ser completa no iba con quien no debía de ir. Vamos un verdadero partido.
Mis amigas me hacían conocedora de la sana envidia profesada por todas. Las miradas se hincan sobre tu presencia. Sin pedirlo, tienes cualquiera a tus pies. Respondía, ya será menos. Vosotras sois mis amigas.
Surgió una pelea, una chica estaba siendo agredida por otra. A mí no me llamas eso ni una vez más. Tú tendrás más pasta que yo, pero yo tengo más cojones que tú, le decía mientras le partía los labios de un codazo.
Todos, como si estuvieran viendo una pelea de gallos, formaron un corro alrededor. Nadie tomaba partido por ninguna. Por la pija, pues era una prepotente y casi se lo tenía merecido. Y por la otra, bueno, simplemente les daba miedo.
Así yo, con todo mi santo papo, voy me interpongo. Qué ocurrió, pues lo normal. Me partió la boca a mí también. Nos quedamos las dos en el suelo, escupiendo sangre por la boca, temiendo por nuestros dientes, y encima de todo viendo irse de rositas y estirada a la mamona aquella, a través de unos ojos churreteados por las lágrimas incontenibles, cuando te parten la boca. Quien no se lo crea, que pruebe, pero no se lo aconsejo.
Nos consolamos, con el sanitario que nos curó. Y lamiéndonos las heridas como dos perrillas apaleadas. Por qué te metiste, y esas cosas. Que por qué, es muy fácil, vi algo que no soportaba. Pero es bien cierto, si sé el precio, te dan las de caín allí sola.
Bueno gracias por repartir los palos conmigo, me dijo intentando sonreír. No las merece, ya no hay remedio, le respondí de mala gana. Aunque también intente sonreírle.
Mi sangre no me permitía dejar aquello así. Ésa me las paga, voy a verla ahora mismo. Me dije, todavía en la cama. Me había acostado nada más llegar. No expliqué nada a mis padres, asustados al verme. Mis amigas le contaron.
Cuando eché los pies a tierra, entonces noté los pinchazos por todo el cuerpo, estaba molida. Pero con un sobresfuerzo me levanté y me dispuse a asearme, antes de ir a pedir cuentas a mi agresora…
Continuará mañana si me dejan…
En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .Hoy un poco más.
con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.
¿Es la de la "afoto"? ¿Más o menos atractiva? ¡Pero si es guapísima! ¡Y con dos cohones! -espero que sólo metafóricamente-. Ay, ay, ay, Jacques Paul, me tienes que presentar a esas amistades tuyas, jajajaja.
ResponderEliminarAbrazos.
Es cosa del retratógrafo
ResponderEliminarer tío un mákina
con las retratografías
de chachis.
Saludos.León.Gracias.
Una pelea entre mujeres es mucho más dolorosa y dura que una masculina. La rival se agarra de los pelos, te rompes uñas... Somos más vulnerables y debemos estar más preparadas que los hombres.......besos.............................
ResponderEliminarme gustan las fotografias ,pero no entiendo la pelea entre mujeres ,que hay dentro de esas sublimes cabecitas............
ResponderEliminarBueno puede ser más espectacular,
ResponderEliminarpero en el fondo
es el por qué...
Gracias Flor, besos.
Entiendo Lyly, que las cabecitas tendrán algunos motivos, que a veces sin conocerlos es difícil opinar, por ello en el siguiente texto se aclarará.
ResponderEliminarMuchas gracias, por tu visita y tus letras.
Un abrazo.