lunes, 1 de marzo de 2010

UNA NOCHE...Más.

Una Noche.

…Te esperaré, me voy a isla Tormento. Allí tendremos todo lo que necesitamos, déjame demostrarte que soy capaz de hacerte feliz, no volveré a dejarte sola…


Eran las palabras que resonaban en su cabeza, todas las noches desde hacía ya dos semanas. Le torturaban, rompían el frágil sueño. Lleno de sobresaltos, de golpes en la puerta, de caras dolientes, de sables que entrechocan, de repiqueteos de campanas mescladas, cercanas, lejanas, del tintineo de las monedas en una bolsa tomada por una mano flaca y sucia. Cuando amanecía, la luz era tenue, no lograba sacarla del letargo que padecía desde que tomará la decisión de dejarlo marchar, de obligarlo a irse solo, herido. Las preguntas sin respuestas se le agolpaban en la cabeza, estará repuesto de las heridas, habrá alguien con él, perecerá solo como una alimaña. Eran un tormento, luchaba contra él porque en el fondo lo amaba tanto. Sería capaz de dejar atrás esa vida de vaivenes, de luchas cruentas por tener más, no necesitaba más, por qué lo hacía. Estaría dispuesto a despojarse de todas esas cosas, de rechazar su vida anterior, por mí. No soy gran cosa, aunque estas palabras de despedida no me la había dicho nunca. También es verdad que nunca se encontró en una situación semejante. Bueno al menos desde que le conozco.

Isla Tormento, a pesar de su nombre, es un lugar donde, salvando algún temporal, se puede vivir paradisíacamente. Es mediana, una población pequeña, donde se mezclan algunos autóctonos con otros llegados, huyendo de alguien, justicia, ajustes de cuentas, o amores perdidos. Después en cuanto a vivir, se puede decir que es autosuficiente, hay una relación bastante cordial entre los autóctonos, que se conocen como hacerle a la naturaleza los suficientes cuidos, como para que ésta los mantenga perfectamente surtidos. No superando claro está, la población más o menos que tiene.

Son catorce días y medio y no hay señales de ella. En verdad pienso que no va a venir. No me habrá creído, estoy dispuesto a no salir más de aquí. Como si fuera mi penitencia por los posibles errores del pasado. Pero sin ella, no puedo. Me he acostumbrado demasiado a ver cómo me esperaba, hablábamos, reíamos, nos acariciábamos, hacíamos el amor de una manera apasionada. No le he mentido nunca. Es verdad que no le he contado toda la verdad de lo que hacía, pero tampoco me preguntó. Es cierto que estaba cegado por el afán de ganar más. De tener más poder. Pero desde que la conocí, nunca he dejado de prestarle atención. Cada día he recortado mis viajes. Y es verdad que he utilizado el dinero para comprar voluntades, pero la vida es así de asquerosa. El dinero hace poderoso a los hombres y la falta de él los vuelve alimañas. Si no orientas la vida de otra forma. Estaría dispuesto a vivir con ella, renunciar a ese poder, disfrutar de los encantos de esta isla, que no sé por qué se llama así. Pero juntos, con ella, esto así es peor que la muerte, esto morir en vida, me voy a volver loco…

La brisa le masajeaba el rostro, finas gotas salpicaban su cara, en el rompiente de las olas, el viento arremolinaba su pelo, el vestido se le estrujaba contra su cuerpo haciéndola una figura contorneada, aún más bella si cabe. La verdad que es preciosa, ahora comprendo por qué está dispuesto a hacer ese sacrificio por ella, pensó el marinero, al verla allí. Señora, esto es para usted, me dijeron que se lo entregara en mano, que usted sabe de quién es y qué es.


Un sobre cerrado, sin señales de su procedencia, arrugado de llevarlo guardado en su pecho, será…











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