Un Punto Minúsculo.
Mientras miraba el espejo. Bueno orientaba hacia allí sus ojos, pues todavía la somnolencia no había desaparecido. Refrescó su rostro a dos manos, restregó las comisuras de sus ojos. Notaba como hoy estaban más cerrados que de costumbre. Parecía como en sueños hubieran estado lagrimando. Una costra calinosa se hubiera aposentado allí para enturbiar la visión.
Aclarada la visión con el agua fresca. Volvió su mirada hacia el delator espejo. Como si una alarma hubiera saltado para indicarle, notó rápidamente un nuevo lunar sobre el lado derecho del labio. Mierda de años, se quejó. Sólo hay que esperar pinturas donde no las quieres. Arrugas por todas partes, y chistecitos de las amigas. Qué, inventando lunarcitos sugerentes, eh. Y lo peor aún, ese lunarcito ya se hará verruga, cariiiño.
Un poco de maquillaje y flash, a chuparla el lunar de los cojones. Eso sí, pensó. Ahora tengo que ir disfrazada con estos cataplasmas, para ocultar detalles que antes me hubiera gustado llevar. Pero bueno los años no pasan en balde. Unos días después, el maquillaje no fue suficiente para ocultar aquel lunarcito. Empezó a preocuparse.
Su amiga Onco, le asustó de verdad. No es nada bueno, debemos de quitarlo ya, le soltó sin mediar miramientos. Eres mi amiga, yo soy profesional de esto y no me gusta para nada. Tomándolo a tiempo, es susto de unos días y fuera. Mañana te vienes, te hacemos las pruebas necesarias y en dos días en casa.
El mundo se tambaleaba bajo sus pies. Mis niños, Enzo, ellos no se merecen una cosa así. Onco, la verdad, dímela. Es peligroso. No, si lo quitamos ya. No te preocupes. Te vas a casa, se lo cuentas a tus hijos y a Enzo, te apoyarán y verás como la semana que viene estamos riéndonos todos de esto. Los años, que no perdonan, se rió para tranquilizarla.
Enzo y los niños, se alertaron primero. Pero sabían de las buenas manos de Onco. Enzo tomó las riendas, no hay que preocuparse, es un simple punto. Además estabas pensando entrar en quirófano para ponerte guapa, que si reafirmar los pechos, unas cartucheras más pequeñas y esas historias. Pues esto es más importante, es además estético para que te consueles, tú siempre me decías que yo miraba mucho el lunar de la boca de tu amiga Isa, no querrás ahora uno, se rieron todos.
Extirparon el pequeño punto negro. Le curaron la pequeña cicatriz. Todo perfecto. En dos días disfrutaba de las risas de sus hijos y de Enzo.
Dispusieron una cena de celebración con su amiga Onco y su familia, una fiesta por el susto superado.
Un día brillante, un sol radiante. Se miró en el espejo. No podía creer lo que veía. El punto diminuto había vuelto. Ahora mucho más grande, enrabietado. La oscuridad se apropió de su alma. No, por qué. Por qué a mí. Mis hijos, Enzo. No, por Dios.
La mañana de marzo era primaveral. Un poco fresca, pero resguardado de la brisa, el solecito calentaba. Como los lagartos, solía decirme. Pensaba Enzo, junto a sus hijos. Mientras observaba introducir el féretro en el nicho. Escuchaba su llamada en su cabeza. Una lágrima se deslizó sobre su rostro, para golpear la rosa roja, que había cogido del ramo sobre su cuerpo. A modo de hasta luego. Pues pronto iré. Sé que me esperarás.
Todos hemos de morir. Y la muerte, cuando el tiempo se ha cumplido, termina por ser asumida por los que sobreviven. Mucho más difícil es cuando la muerte, por esos caprichos del destino -por decirlo de algún modo, no creo en tal cosa-, se adelanta.
ResponderEliminarAbrazos.
Cuando irrumpe de improviso
ResponderEliminarEn nuestras vidas
Se siente como un zarpazo
Que destroza todo
Nuestro interior.
Putada de destino, o lo que sea.
Un abrazo. Gracias. León incisivo.