La Noche Aquella.
Se vuelve loca mirando el ropero. Mira, busca, quita, pone, se prueba, se vuelve a probar. Una locura, encontrar esas vestiduras, las ocasionadoras del deslumbramiento. Debe de quedarse con la boca abierta al verme, piensa. La cama un desastre, llena de ropas esparcidas por todos lados.
Hoy es especial, se dice él, ha guardado sus mejores vaqueros, su mejor camisa. Le ha tomado prestado a su hermano mayor ese perfume que encandila a sus amigas. Lleva dos horas delante del espejo poniendo y amoldando ese tupé, me gusta, no me gusta, ¿le gustará?. Me quedará bien el recogido del cuello de la camisa. Como así no lo llevo nunca, siempre parezco un desarrapado, tengo que mejorar mi aspecto, pensaba.
Este vestido, este me queda bien. Pero será suficiente, se preguntaba. Llamó a mamá. Que tal. Su madre maravillada, preciosa, le vas a encantar. Sus ojos de madre brillaron con esa luminosidad especial, de hada madrina. De verdad, mamá, no sé. Claro que sí. Me quedaré suelto el cabello, que te parece. Perfecto, estás preciosa y él sólo tendrá ojos para ti. Venga date prisa, que vas a llegar tarde, al final.
No terminaba de estar contento con el brillo de sus zapatos, además de apretarles los pies una barbaridad. Lo que tenemos que hacer por las mujeres, se dijo. Pero ella merece la pena, le contestó desde dentro la voz del amor. Sí ella lo merece, es fantástica. Y yo seré fantástico para ella. Si hay que tirar las deportivas, esas tan cómodas, pues habrá que hacerlo. Esta noche tengo que ganarla, para siempre. Es tan bella, tan sensible.
Venga a darle al pelo. No me quedó del todo mal, verdad mami. Estás muy linda, cariño. Ya verás cómo te lo van a recordar muchas veces esta noche. Estás segura, bueno en verdad quiero que me lo recuerde una sola persona pero muchas veces. Y lo hará, le contestó sonriendo su madre, mientras la besaba en la mejilla y le recordaba lo tarde que era ya. Venga date prisa. Vale, vale, ya me voy.
Corre, corre, que no llego, se decía. Salió a estampida. Tengo que verla llegar. Quiero ser el primero que le diga lo guapa que está esta noche. Seguro será la reina de la fiesta. Tendrá muchas miradas y algunos pensarán igual que yo. Pero debo de mirarla a los ojos y quererla sin querer, verás como ella corresponde, esa fue la fórmula mágica de papá con mamá. Y han estado juntos más de cuarenta años y de maravilla.
La fiesta. Sonaba una música tranquila, pero alegre. Recordándome los preparos del gran momento. Ella apareció por la puerta del salón. La música pareció esconderse a un segundo plano, como si sonara de lejos. Para abrirle pasillo. Todos la miraban, al menos eso me pareció a mí. Y ella se dirigió, por un pasillo que iba abriéndose a su paso, hacia donde me encontraba. Las piernas me temblaban. Los vellos erizados. Al llegar ante mí. Mi boca dijo sin yo querer. Estás radiante, estás preciosa, eres la princesa de la fiesta. Tú tampoco estás mal.
La música reapareció, viniendo desde la lejanía para envolvernos mientras ella apoyaba su rostro en el mío. Y bailamos, bailamos, bailamos.
En este enlace podéis pinchar si queréis seguir la publicación de los textos del libro SALPICADURAS .Hoy un poco más.
con las ilustraciones de
José L. Martínez REBOTE.
¡¡HOLA¡¡SANTI
ResponderEliminarQUE BONITO ES EL AMOR
CUANDO SE TIENE
Y DENTRO DE TI
VA COMPONIENDO UNA CANCIÓN
QUE NO TIENE FIN
QUE NO TIENE LETRA
PERO LLEVA TU NOMBRE
Y SIN QUERERLO
TE TRANSFORMA EN POETA
Precioso recuerdo
ResponderEliminarde aquel encuentro.
Todos pasan antes
o después por ahí.
Pero el mío fue especial,
como todo el mundo dice, verdad.
Un mordiente Roma.
Hay citas que son inolvidables..
ResponderEliminarUn besito
Son esos momentos
ResponderEliminarmerecedores de un recuerdo
Esos mimadores del
árbol sembrado
Los creados para
para perdurar.
Un beso Darilea.Gracias